19.2.11

[A partir de una corazonada con la palabra 'murmullo'.]



Los condenados de la tierra. Pedro Orce, un personaje de la última novela de José Saramago La balsa de piedra, percibía que la tierra temblaba ante sus pies. Sentía una especie de murmullo que le producía un suave cosquilleo en la planta de sus pies. Sólo Orce sentía ese murmullo mientras la Península Ibérica se iba lentamente desprendiendo de Europa, que a través de una grieta abierta a lo largo de los Pirineos se producía la separación del continente europeo de la península, transformándola en una gran isla flotante... Camino de una utopía nueva, decía Saramago.

Orce percibía el murmullo de lo real, del desprendimiento peninsular. Lo micropolítico es la expresión de un suave murmullo, a veces imperceptible, que los condenados de la tierra, los excluidos del mundo comienzan a expresar. Algunos no lo perciben. Son los que escuchan sólo los ruidos de los medios que nos intentan ensordecer todos los días. Es un problema clínico de auscultación. Son las voces nuevas que, con otras tácticas, se contagian por todos los continentes expresando sus balbuceos en sus diferentes singularidades. Pero el murmullo existe y hay que saber percibirlo. Se expresa a veces como murmullos inaudibles de los condenados, que quieren sólo recuperar la potencia de su dignidad humana en nuevas formas de expresión. Ninguna protesta se parece a la otra. Cada una expresa su propia diferencia y singularidad.
Los nuevos movimientos micropolíticos alertan al mundo. No hacen revoluciones. Despiertan conciencia y la recuperación de las voces acalladas de la protesta. Nuevas formas de insurrección se estarán gestando en este momento. Por los bordes. Por fuera de lo previsible. “Se puede”, parecen insinuar. Todavía se puede. Cuerpos juntos otra vez. Potencia de acción. Nuevas formas de individuación civil y un gran alerta que se avecina.
A veces los movimientos insurreccionales son demasiado rápidos y se adelantan a los mismos aparatos represivos, como ocurrió en Seattle.
La micropolítica es un descentramiento de lo que ya está indagado y estudiado, de lo que constituye la macropolítica: el Estado – el problema de la lucha entre partidos –, la constitución orgánica de un partido político y lo intelectual orgánico, etc. Todo esto constituye lo macropolítico.
La micropolítica sale de allí – a través de líneas de fuga – inventando nuevos territorios sociales existenciales, abiertos a la comunidad rizomáticamente. Es aquello que no pueden capturar los sistemas de representación – que no puede capturar fácilmente el Estado. Tiene que ver con lo resistencial y lo incapturable. Se maneja siempre fuera de los sistemas de representación habituales. Es lo que Deleuze define como acontecimientos o devenir. Paradigmas de estos fenómenos micropolíticos fueron en sus comienzos el movimientos zapatista y el Movimiento de los Sin Tierra brasileños.

(...)

(...)



Fragmento del texto "Micropolíticas" de Eduardo Pavlovsky.

Fuente: http://www.herramienta.com.ar/revista-herramienta-n-12/micropoliticas

25.12.10

Apunte culinario:


Frutillas y miel. Nunca lo había probado.

Una lucha de sabores en la boca.







¡¡

6.12.10

Las palabras se atascan.


Quieren decir lo feos que acuerdan ponerse los mundos por momentos.




Nada mejor que largarlas como armas de aire comprimido.




En la calle.



¿Por qué cantar en la calle?



--
Empezar con una pregunta. Nada más afirmativo.

19.10.10

La presencia de lo político, en simbiosis y competencia con lo pasional, la ausencia de la Ciudad (Estado, sociedad, monarquía) en el lugar del destinador, significan no sólo la explosión de los deseos y de las ambiciones individuales sino el paso de una tragedia de la Ciudad (aunque ésta fuese monárquica) a una tragedia "burguesa" del querer individual. El modelo actancial ayuda a determinar la posición histórica de la obra. La evolución de la monarquía absoluta obliga a Racine a camuflar los problemas políticos (observables, justamente, a través del análisis del modelo actancial) bajo el discurso de las pasiones: lo político es lo no-dicho del texto en un momento en que el individualismo lo reduce a una porción congruente.


[ Anne Ubersfeld, “Semiótica teatral”, p.70. ]

12.10.10

---[Acá irían algunas consideraciones sobre los 'resultados' (inacabados, por supuesto) de la toma de Filo UBA.]---

15.7.10

Estoy muy emocionada.

Por primera vez en esta vida voy a ser sincera (:P).
En general, suelo ponerme del lado de la más absoluta indiferencia para con las cuestiones legislativas.
Mucho de soberbia, mucho de ignorancia.

Hace muchos años que decidí dejar de votar en elecciones porque no creo en la 'institución representación'.
Por eso mismo es que hasta no hace mucho tiempo, este tema del matrimonio -al ser este otra institución con la que ser regulan los afectos de las personas y se los traduce en papeles, o en derechos y deberes cívicos- me importaba bien poco, e incluso lo veía como una consigna sin sentido, o de menor prioridad.

Aún sigo sintiendo que la prioridad está en la lucha cotidiana, en el no permitir que siga habiendo violencia entre géneros, o incluso que deje de existir una categoría tal como la de género, no desestimando por supuesto el recorrido histórico de luchas anteriores, pero el no permitir más las brutalidades de este tipo que avasallan a los derechos humanos encabeza, junto con otras, mis preocupaciones.

No por suerte la información me llegó un poco mejor, me pude enterar más de los vericuetos 'técnicos', pero sobre todo seguí escuchando a las personas que no sólo lo apoyaban (como ya lo hacía yo), sino que se venían cargando a cuestas esta reivindicación que, lejos de ser simple, guarda también la hermosa potencia de 'una vida mejor para todxs', y una capacidad de argumentación muy fuerte y necesaria en contra de los mayores e ilegítimos núcleos de poder de estas sociedades en la actualidad.

Ahora, también puedo decir, como muchxs de mis compañerxs, que sí, que esto es un paso, que esto es un precedente, que esto es importante, que hay que festejarlo, que es un fruto nacido de una gran lucha, que deberá seguirse ramificando.



Y fue un placer haberlo compartido con tantxs de ustedes, desde ayer.


Agustina Páramos. 15 de julio de 2010.

13.6.10

a+ dijo...

algunas veces pienso
si te habrás sentado en el mismo asiento
vos de noche mañana
yo de tarde noche

otras veces imagino
que bostezo el mismo bostezo que dejaste
en el mismo vagón

11 de junio de 2010 04:07

10.3.10

"En los textos que yo escribí reflejo como nadie la forma en que el peso de la burocracia aplasta al hombre moderno. Me llevó un tiempo, pero tengo un secreto: los escribí mientras hacía cola para hacer un trámite en una oficina pública."

Anotado por: Franz Kafka.





Visto en: http://ladiaria.net/ (Edición de hoy.)


12.2.10

El peor analfabeto es el analfabeto político.
No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos.
No sabe que el costo de la vida, el precio del poroto, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas.
El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política.
No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado, y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales.


Anotado por: Bertolt Brecht

Visto en: http://loshabitues.blogspot.com/


3.2.10

(Me tomo 5 minutos, me tomo un Lost...)



*** S05E17 - 00:54:20 ***
Sawyer: -¿¡¡¡Me vas a decir por qué carajo, mierda, cambiaste ahora, me dijiste "volvamo' del surmarino, vamo' a frenar al gil que quiere enchufar la bomba" primero, y después "no, mejor dejalo, pobre, le partiste la jeta, y él tiene razón", Biarruuuu!!!?
Juliet: -Cambié de opinión cuando te la vi relojiar ahí nomás... [Páaaaaaa, ¡tomá!] No, no, no, no te hagas el sotreta,eh...
Sawyer: -No mimporta ni mierda a quién la miré... Yo estoy con vos, Señorita Botox...
Juliet: -Sí, y si yo te dejo, no te saco del rancho nunca más a vos, y por eso es que me seguís quemando la croqueta así, papito... [Páaaaaaa, ¡tomá! II.]
Sawyer: -Pará, Toxina Botulínica...
Juliet: -Lo que estuvimos fue lo que se duró, y eso que nos amemos no dice que es de para siempre esto de estar juntos... Capaz que nunca tuvimos ni que olernos el culo el uno al otro... Así que si el jetón del médico puede lograr que ninguno de ustedes se estrole acá, es que lo tiene que hacer.
Sawyer: -¿Pero por qué me hacés esto?
Juliet: -Yo... si nunca te voy a conocer, nunca te voy a tener que perder. [Páaaaaaa, ¡tomá! III.]
[...]




Agustina P. ^_^

19.1.10

Colores pregnantes:

Cortina azul

Colcha roja



Parece una típica habitación so' del cuervo (¿?).
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ACCIÓN NEOPUNKROMÁNTIJAZZROCK

Te blogueo el feis...















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Estas verification words, en verano, no dan...













...¿será porque dejé el final de ILAP para marzo?


¿Será que a la final Dios existe
y es tan vengativo y punitivo y rencoroso como dicen?
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19.12.09


Partíamos de una primera determinación del motivo platónico: distinguir la esencia y la apariencia, lo inteligible y lo sensible, la Idea y la imagen, el original y la copia, el modelo y el simulacro. Pero ya vemos que estas expresiones no son válidas. La distinción se desplaza entre dos tipos de imágenes. Las copias son poseedoras de segunda, pretendientes bien fundados, garantizados por la semejanza; los simulacros están, como los falsos pretendientes, construidos sobre una disimilitud, y poseen una perversión y una desviación esenciales. Es en este sentido que Platón divide en dos el dominio de las imágenes-ídolos: por una parte las copias-iconos, por otra los simulacros-fantasmas.[1]

Podemos entonces definir mejor el conjunto de la motivación platónica: se trata de seleccionar a los pretendientes, distinguiendo las buenas y las malas copias o, más aún, las copias siempre bien fundadas y los simulacros sumidos siempre en la desemejanza.

Se trata de asegurar el triunfo de las copias sobre los simulacros, de rechazar los simulacros, de mantenerlos encadenados al fondo, de impedir que asciendan a la superficie y se «insinúen» por todas partes.


La gran dualidad manifiesta, la Idea y la imagen, no está ahí sino con este fin: asegurar la distinción latente entre los dos tipos de imágenes, dar un criterio concreto. Pues, si las copias o iconos son buenas imágenes, y bien fundadas, es porque están dotadas de semejanza, pero la semejanza no debe entenderse como una relación exterior: no va tanta de una cosa a otra como de una cosa a una Idea, puesto que es la Idea la que comprende las relaciones y proporciones constitutivas de la esencia interna. Interior y espiritual, la semejanza es la medida de una pretensión: la copia no se parece verdaderamente a algo más que en la medida en que se parece a la Idea de la cosa. El pretendiente sólo se conforma al objeto en tanto que se modela (interior y espiritualmente) sobre la Idea. No merece la cualidad (por ejemplo, la cualidad de justo) sino en tanto que se funda sobre la esencia (la justicia). En síntesis, es la identidad superior de la Idea lo que funda la buena pretensión de las copias, y la funda sobre una semejanza interna o derivada. Consideremos ahora el otro tipo de imágenes, los simulacros: lo que pretenden, el objeto, la cualidad, etc., lo pretenden por debajo, a favor de una agresión, de una insinuación, de una subversión, «contra el padre» y sin pasar por la Idea.[2] Pretensión no fundada que recubre una desemejanza como un desequilibrio interno.


Si decimos del simulacro que es una copia de copia, icono infinitamente degradado, una semejanza infinitamente disminuida, dejamos de lado lo esencial: la diferencia de naturaleza entre simulacro y copia, el aspecto por el cual ellos forman las dos mitades de una división. La copia es una imagen dotada de semejanza, el simulacro una imagen sin semejanza.


El catecismo, tan inspirado del platonismo, nos ha familiarizado con esta noción: Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza, pero, por el pecado, el hombre perdió la semejanza, conservando sin embargo la imagen. Nos hemos convertido en simulacro, hemos perdido la existencia moral para entrar en la existencia estética. La observación del catecismo tiene la ventaja de poner el acento en el carácter demoníaco del simulacro. Sin duda, aún produce un efecto de semejanza; pero es un efecto de conjunto, completamente exterior, y producido por medios totalmente diferentes de aquellos que operan en el modelo. El simulacro se construye sobre una disparidad, sobre una diferencia; interioriza una disimilitud. Es por lo que, incluso, no podemos definirlo en relación con el modelo que se impone a las copias, modelo de lo Mismo del que deriva la semejanza de las copias. Si el simulacro tiene aún un modelo, es un modelo diferente, un modelo de lo Otro, del que deriva una desemejanza interiorizada.[3]


Tomemos la gran trinidad platónica: el usuario, el productor, el imitador. Si el usuario está en la cima de la jerarquía es porque juzga fines y dispone de un verdadero saber que es el del modelo o de la Idea. La copia podría ser considerada una imitación en la medida en que reproduce el modelo; sin embargo, como esta imitación es noética, espiritual e interior, es una verdadera producción reglamentada por las relaciones y proporciones constitutivas de la esencia. Hay siempre una operación productora en la buena copia y, para corresponder a esta operación, una recta opinión, cuando no un saber. Vemos, pues, que la imitación está determinada a tomar un sentido peyorativo en tanto que no es sino una simulación, que sólo se aplica al simulacro y que designa el efecto de semejanza meramente exterior e improductivo, obtenido a través de astucias o por subversión. Ahí ya no hay ni siquiera recta opinión, sino una especie de hallazgo irónico que ocupa el lugar de un modo de conocimiento, un arte del hallazgo fuera del saber y de la opinión.[4] Platón precisa cómo se obtiene este efecto improductivo: el simulacro comprende grandes dimensiones, profundidades y distancias que el observador no puede dominar. Y porque no los domina, experimenta una impresión de semejanza. El simulacro incluye en sí el punto de vista diferencial; el observador forma parte del propio simulacro, que se transforma y se deforma con su punto de vista.[5] En definitiva, hay en el simulacro un devenir-loco, un devenir ilimitado como el del Filebo donde «lo más y lo menos van siempre delante, un devenir siempre otro, un devenir subversivo de las profundidades, hábil para esquivar lo igual, el límite, lo Mismo o lo Semejante: siempre más y menos a la vez, pero nunca igual. Imponer un límite a este devenir, ordenarlo a lo mismo, hacerlo semejante; y, en cuanto a la parte que se mantuviera rebelde, rechazarla lo más profundamente posible, encerrarla en una caverna al fondo del océano: tal es el objetivo del platonismo en su voluntad de hacer triunfar los iconos sobre los simulacros.



[1] El Sofista, 236b, 264c.

[2] Analizando la relación entre escritura y logos, Jacques Derrida redescubre esta figura del platonismo: el

padre del logos, el propio logos y la escritura. La escritura es un simulacro, un falso pretendiente, por cuanto pretende apoderarse del logos con violencia y engaño, o incluso suplantarlo sin pasar por el padre. Véase «La Pharmacie de Platon», Tel Quel, n. 32, págs. 12 y sigs., y n. 33, págs. 38 y sigs. La misma figura se encuentra en El político: el Bien como padre de la ley, la ley misma, las constituciones. Las buenas constituciones son copias; pero devienen simulacros desde que violan o usurpan la ley, hurtándose al Bien.

[3] Lo Otro, en efecto, no es sólo un defecto que afecta a las imágenes; él mismo aparece como un modelo

posible que se opone al buen modelo de l0 Mismo: véase Teeteto, 176e, Timeo 28b.

[4] Véase La República, X, 602a. Y El Sofista, 268x.

[5] X. Audouard ha señalado este aspecto: los simulacros «son construcciones que incluyen el ángulo del

observador para que la ilusión se produzca desde el punto mismo en el que se encuentra el observador... En realidad, el acento no se pone sobre el estatuto del no ser, sino más bien sobre esa pequeña distancia, ese pequeño torcimiento de la imagen real, que contiene al punto de vista ocupado por el observador y que constituye la posibilidad de construir el simulacro, obra del sofista» («Le Simulacre», Cahiers pour Vanalyse, n. 3).



De “Lógica del sentido” - Gilles Deleuze

[Traducción de Miguel Morey.

Edición Electrónica de http://www.philosophia.cl/

Escuela de Filosofía Universidad ARCIS. Chile.]

(Páginas 182 y 183.)

http://www.philosophia.cl/biblioteca/Deleuze/L%F3gica%20del%20sentido.pdf



17.12.09


















JAY, Martin,
"Ojos abatidos. La denigración de la visión en el pensamiento francés del siglo XX.",
(1993).

22.10.09

Ya, en el capítulo 2, Ehrenzito la empieza a patinar alegremente.
(Sobre los empapelados.)
"La ambigüedad de su estructura resulta patente cuando permanecemos enfermos en la cama, en el aplastante aburrimiento que nos lleva a estudiar el papel de la pared. Pronto descubrimos que puede interpretarse de diferentes maneras y que sus formas simples son susceptibles de agruparse en patterns distintos (...). Una vez hecha nuestra elección definitiva, es decir, una vez que hemos proyectado un rostro humano imaginario en el pattern (¿?¿?), no podemos evitar ver ese rostro una y otra vez e incluso después, cuando nos hemos recuperado ya y da la casualidad que de que entramos en esa habitación de nuevo, el mismo rostro fatal nos saludará desde los rincones (¡¡¡!!!)..."

11.3.09

[Estos son algunos trabajos de taller de práctica de la escritura.

(Versiones previas a las devoluciones.)]


PRÁCTICA 1:

Y Enriquito, pibe timidón si los hay, caminó despacio hasta la mercería con Bulto, su perro dogo y diez pesos en el bolsillo ridículo de la chomba que lo embutía.

“Toc, toc, toc…”, repetía mentalmente con cada paso que hacía. Le daba (¿un cierto?) miedo perderse algún paso sin haberle preatribuido un ‘toc’. Entonces caminaba rápido.

Bulto le iba al lado tranquilo, hasta que Rufián, un salchicha salame si los hay, se le fue al humo, echando ladridos agresivos. Ahí el Bulto a Enriquito se le puso incómodo. Pero cuando llegó a la mercería Doña Paula lo sosegó.


PRÁCTICA 2:

Cuando aclara el día el sujeto suele abrir una gran caja desde dentro de la cual saca un objeto blando y brillante que está inserto, a la vez, en un recipiente en apariencia más duro y de color rojo.

Luego lo transporta con ese mismo miembro superior del cuerpo hacia una superficie cuadrada elevada. Pero allí no lo apoya, sino que lo gira y lo sostiene un breve lapso sobre un cilindro transparente que (¿evidentemente?) es de otro material. En ese lapso cae dentro del cilindro un líquido blancuzco. Guarda en la gran caja el recipiente rojo con el objeto blando. Se dirige (o es llevado, aún no lo discierno) nuevamente hacia la superficie elevada. Dobla su cuerpo y lo apoya en un artefacto de líneas rectas (del mismo material que la superficie elevada). Se queda allí, dejando en reposo sus dos miembros inferiores utilizados para desplazarse.

Sí continúa moviendo ahora sus dos largos miembros superiores, con los que alterna estas dos acciones: con uno lleva el cilindro transparente hacia una abertura ubicada en el miembro más alto y esférico de su cuerpo, y allí introduce el líquido blancuzco, mientras que con el otro introduce unos pequeños objetos. Éstos, a diferencia del líquido, permanecen allí un tiempo más prolongado. Durante esta última acción se produce un efecto sonoro (en verdad el sonido es emanado por el cuerpo del sujeto desde dentro de la cavidad de ingreso que mencioné, ahora devenida en una línea curva con el medio de su concavidad apuntando hacia arriba). Pues ese sonido es similar al de esas pequeñas piedras -sobre las que debo orinar- cuando las piso.

(Título: “El gato geómetra”.)


PRÁCTICA 3:

Esta lámpara tiene un pie de un material metálico pintado, muy trabajado, y su pantalla está hecha con un aro del mismo material y tramos de alambres verticales que se unen en un polo superior, el cual termina en una punta. En cada uno de esos alambres hay una serie de caireles pequeños de fantasía enhebrados. Algunos de estos últimos son de color ámbar, y otros transparentes. Aunque, ante el más ligero cambio de perspectiva con la que se los mira, sus facetas adquieren el tornasol característico.

De costado se ve casi igual que de frente. Pero se (¿descubre?/¿nota?) un cable blanco y viejo que se asoma por el costado de la base del pie. Y en la punta del cable, un pequeño enchufe de dos patas.

Desde abajo se ve un círculo de cartón roto, los portalámparas, una sola lamparita puesta (que está bastante sucia), el cable saliendo desde el costado, y círculos concéntricos formados por caireles.

Desde dentro de la base no se ve casi nada. Tan solo por una rendija (por donde está roto el cartón) entra luz, y se ve al cable que sale por allí.


PRÁCTICA 4:

No me resultaba para nada difícil elegir el momento en el cual iba a fumar un cigarrillo. Simplemente no lo elegía. Lo ejecutaba y ya. Incluso a algunos cigarrillos asociados a rutinas semanales (el de después de almorzar, el que fumaba al salir de la oficina, el de después de comer algo dulce, etc.) los tenía tan automatizados que, al rato, me costaba recordar si ya los había fumado o no. No eran un problema, sino un placer. Significaban un acompañamiento en las noches de estudio –unos tras otro, sin parar-, y en charlas con amigxs en el patio.

Pero también comenzaron a significar molestias en mi cuerpo. Comencé a detestar levantarme y sentir que respiraba con dificultad, que una bola de nicotina se desparramaba por mis pulmones inundando a los pobres alvéolos. Empecé a reparar en el olor a cigarrillo que quedaba en casa después de una noche dándole al vicio, y se tornó asqueroso para mi olfato (que, al igual que mi sentido del gusto, ya no funcionaba como antes). Lamenté la de monedas que se me iban con cada ‘un cigarrillo suelto, por favor’, y dije ‘basta’. Bueno, en realidad fue Julieta la que dijo ‘basta’, y yo me sumé a su cruzada.

Ahora, después de treinta y cinco días, me siento renovada. Siento que puedo respirar todo el aire que necesite mi sistema respiratorio. Siento que puedo correr un colectivo que diga “Diferencial x Autopista”. Puedo subir los doce pisos del edificio de Perón 990 sin descanso. Voy a hacer vida sana ahora. Voy a hacer dieta. Podría escalar el Aconcagua. Podría correr la maratón esa de diez kilómetros de Nike. Voy a hacer abdominales y a practicar algún arte marcial. Podría hasta pasear veinticuatro mastines napolitanos. Podría atravesar el Canal de Baeagle nadando. Voy a predicar la palabra del señor ese que predica la palabra en el subte en contra del tabaquismo. Podría hacerme de algún club de fútbol femenino de la Provincia de Buenos Aires.

Podría dejarme de fantasear y admitir que cada vez que alguien enciende un cigarrilo se me pianta un lagrimón.


PRÁCTICA 5:

Sívori es un hombre de 39 años. Es delgado, lampiño y tiene una piel muy blanca. Usa anteojos con marco finito y dorado. Lleva su pelo rojizo peinado con gel y una raya al costado tan fija como el maletín que lo acompaña en cada congreso de ingeniería civil. Parece un animal pequeño que debió mimetizarse entre hojas marrones de un árbol en otoño. Todo él es una misma gama.

Su timidez lo devora. Él mismo se sabe retraído. Pero cuando juega pelota vasca con sus compañeros del secundario (quienes lo llaman ‘Ratita’), una garra competitiva se apodera de él.


PRÁCTICA 6:

“Si me disculpan, considero que la pregunta de la señorita no es relevante para la problemática que hemos abordado aquí”, se atrevió Sívori. “Además no contamos con traductores en la sala, y podrían no entenderla todos”, manoteó. Pero al instante quiso ahogarse en sus propias palabras por generar, como supuso, un potencial escándalo académico.

Él tiene una piel muy blanca y su pelo es rojizo. Ese día tenía puesto un traje color ocre y sus anteojos de marco finito y dorado. Parecía un animal pequeño que debió mimetizarse entre las hojas de un árbol en otoño. Todo él era una misma gama.

En cambio Francisca arrojaba todos colores primarios y secundarios posibles, entre la ropa, la bijouterie y los accesorios para el cabello. Un cabello fuerte, negro y brillante que, ese día, olía especialmente a jazmines.

Sívori sintió en el pecho un vacío brusco, como si su corazón se hubiera saltado un latido. “Este es un encuentro interdisciplinario, ¿no?”, contraatacó la mujer, ahora en castellano. “Usted, señor, asume un posición soberbio”, siguió intentando luego con el portuñol esmerado y mirándolo a los ojos. A él le pareció sensato seguir juntando argumentos en silencio para callarla más adelante. Sobre todo porque la tenía más cerca de lo que hubiese querido, y el perfume a jazmines lo estaba empezando a acalorar.


PRÁCTICA 7:

"Parado".

Lo único que quería era estar tranquilo. Había logrado volver, y sé muy bien que ‘lograr’ es un decir. ¿Quién habría tenido la bondad de hacer todos esos trámites engorrosos por mí? ¿Quién habría hecho colas, puesto dinero para sellados, y hablado en nombre de este pobre menesteroso? ¡Cuánta grandeza en una sola alma!... o en todas las que actuaron en pos de un regreso que sólo a las autoridades sanitarias de allá les importaba. Las cosas deberían haber sido más simples para el mundo a mi alrededor. Y las frases hechas deberían estar admitidas, como tantas otras cosas, en mi propio mundo.

Hacía dos semanas que estaba en Buenos Aires. Y una desde que me habían depositado tiernamente en la casita de mis viejos, luego de haber pasado por un hospital, como pasan los coches por el lava autos. Era un lindo día para pasear. Pero lo importante es que era el indicado, el día de salir. Un domingo de febrero en el que las nubes y la brisa les daban tregua a la siesta y a las chicharras. Caprichosamente me regocijaba saber que algún día ese barrio se había llamado Santa Rita.

Estefanía, esa piba ondulada e intrépida, me pasó a buscar.

Tocó el timbre una vez y esperó. No dejó pasar demasiado hasta que lo repitió una vez más –y esa vez hizo que el sonido fuera evidentemente más largo-, porque probablemente está atrás, o en el baño, entonces así lo va a escuchar seguro, y por más que no pueda venir ya ya ya, sabe que estoy acá esperándolo. Cuando la espera comenzó a ser cuestión de minutos –y no de segundos- Estefanía arqueó las cejas y se puso más bien juguetona con el botón, inventando ritmos con una sola nota. Negaba todavía cualquier posibilidad de que yo no fuera a abrirle esa tarde. Miró la hora en su celular, sino me abre en tres minutos tengo que hacer algo... En ese lapso, ya inquieta, golpeó con los nudillos la puerta, a pesar de que ella misma había oído el último ‘ring’ insistente. Golpeó el vidrio de la ventana también, y se le escapó mi nombre en voz bastante alta. Me llamó con su celular. Llamó a Leonardo, que estaba terminando de almorzar con su familia, para preguntarle si en mi hoja de paciente habían otros números de teléfonos de conocidos míos que le fueran útiles. Pero no te alarmes, eh, tal vez salió a comprar algo, y por acá está todo cerrado…

Pasaron más de tres minutos y siguieron los llamados. Vecinos –casi todos inconsultos- resignaron su sobremesa con televisión para poder elaborar las hipótesis pertinentes al siniestro que todavía no era. Se mató, la apuesta más atractiva para esa tarde de domingo de un febrero sin gente en la calle.

Una ambulancia. Dos patrulleros.

Un cana me hizo mierda la puerta y, una vez que revisaron la casa entera sin encontrar rastros, tuvo que quedarse a lamentarlo haciendo guardia, perdiéndose el partido. Pero la que lo lamentaba realmente era Tefi, que no paraba de abanicarse con papeles que no servían para nada, como queriendo ahuyentar comentadores inoportunos. Aquellos peritos linderógrafos, volvieron a sus comedores frescos de persiana baja, ofuscados por no haber visto ningún cuerpo en plena vida de descomposición.

Estefanía se acordó. Yo le había mencionado la planta procesadora de basura abandonada en la que papá había trabajado hasta su último día como sereno. Y había tenido la ocurrencia, también, de contarle que había encontrado la llave del candado. Todos adentro de casa otra vez. Búsqueda intensiva de la dirección de la planta. Dieron con el lugar.

Llegaron, y ya el aspecto exterior del lugar les hablaba de ratas, de montañas de escombros, de pisos con agua, de techos con agujeros. Pero si su espíritu caritativo los había llevado hasta ahí, ¿qué podría detenerlos? En un principio los detuvo la deducción de que un lisiado como yo nunca podría subir tres pisos por escalera. Pero subieron igual, por algo el portón no tiene el candado, los muy inteligentes.

Allí pudieron presenciarlo todo, los penachos de plantas invasoras, que crecían entre las grietas de baldosas y paredes, y que relataban el deterioro del lugar, los pedazos de vidrios rotos de las claraboyas, montones de hojas secas tapando las rejillas de desagüe, a mí.

Me vieron. Yo estaba muy tranquilo balconeando en una de las paredes bajas que daban a un tinglado. Me hablaron. Pero no les respondí porque no tenía ganas. Me pidieron que me aleje de la pared, como si hubiera querido tirarme en algún momento. Estefanía estaba nerviosa, y me decía cosas también. La miré un poquito de reojo y noté su boca deformada de susto. Empezaron a hastiarme con los ruegos, no hay nada que no podamos conversar. Y yo no quería conversar nada. Sólo quería mirar el cielo una tarde de domingo tranquila, mientras charlaba de futbol con papá.

6.3.09




[Ópera prima, habemus.]









UPDATE 23/08/09:
Stay tuned.
Pronto la subiré, para que le peguemos
entre todxs lxs que querramos.









8.2.09

SIMPLE
(Sobre la fragilidad de las personas.)

El ring del teléfono le perforó el sueño a Claudio. Con un movimiento lo más amplio posible y certero al fin, agarró el inalámbrico del suelo. Todavía con los ojos entrecerrados, oyó a alguien llorando del otro lado...

- Hola...

- Hola, Claudio...

- ¡Alejandra!, hola, ¿qué pasó?, ¿estás bien?

- No. Me pasó algo terrible -sollozaba con cansancio ya-. Hago todo mal.

- Hey, no, esperá... ¿pero qué pasa?

- Estuve toda la mañana cocinando un guiso, con un montón de ingredientes, laburé un montón, y recién se me salió la tapita del pimentero ¡y tiré todo el frasco adentro, está incomible! -recomenzando un llanto fuerte-.

- No, no, chiquita, esperá, seguro se puede arreglar, no llores, no pasa nada...

- Ya lo probé, le puse...

- Hagamos así: yo recién me despierto, pero me baño y en un rato salgo para allá, ¿querés? y te ayudo con eso. Después podemos hacer algo, ¿sí?

- Sí, dale. Gracias, Clau.

- No, bobina, dale, te veo en un rato.

16.1.09

[Acá supo haber un video de Chet Baker con una preciosa versión de My funny Valentine, hasta que iutú puso un cartel ortiva que no voy a reproducir.]

[FUCK YOU COPYRIGHT]

12.1.09

"...y que disfruta de pasearse por la casa habiéndose sacado tanta ropa especialmente para tal actividad. Le parece enternecedor saber al posible vecino postrado espiándola, a escondidas de su esposa, sus hijos, su hacinamiento cruel, su diagnóstico. Le parecen terneros los hijos del vecino, ya no tan adolescentes, esos chicos cuyas virtudes crecen con el reguetón, de corte de pelo tan estrictamente maquinal en la nuca, con esa novias erectas con las que chapan en la puerta todas las tardes. Pero todo queda allí. En algo personal."

27.12.08

...Luna que se quiebra
sobre la tiniebla
de mi soledad,
a dónde vas.
Dime si esta noche
tú te vas de ronda
como ella se fue,
con quién está...

(Agustín Lara, "Noche de Ronda")




Se probó unas seis prendas diferentes, en unas cuántas combinaciones. Se dio por satisfecha. Se dio por maquillada. Nunca paseó por la posibilidad de darse por vencida. Los que vencen son los lácteos, y el recuerdo de la risa unida a la de Nadia.
Enganchada entonces a la parada, ya a la media hora, vio venir un 53 bastante lleno. Y sin saber dónde iba se subió.




26.12.08

Su último acorde tuvo una reverberación larga y efectiva en la caja.
El saludo no fue importante, ni siquiera para ella.

Al la estaba esperando como de costumbre. Idea a la cual no se acostumbraban.

Entonces los bares, los scotch, los vení perra puta, los sabés que tu mamá lame cada noche al comisario, como en este mismo momento...

Entonces, en esos momentos, un único indicio de alivio era la certeza de que lo vería prontamente destripado.

21.11.08

Algo así le contaba Leticia a Jimena mientras se terminaban las últimas palmeritas:

-Cuando abrí la puerta de entrada vi al gato, y un poco más atrás estaba la gatita rayada. Puse un pie adentro y el gato se incorporó sin apuro y enfiló hacia la escalera. Subió. Cuando yo entré del todo, casi unidos por un hilo de silencio, se levantó la gatita también y lo siguió. Realmente creo que los interrumpí. Estaban en algo.

8.11.08

Anita se preguntaba: "¿Qué pasaría si, en vez de necesitarse ser, se fuera a necesitar?".

Luego se contestó: "No me quemes la gorra".

Lucho que la veía pensar, pensó: "Claro, por algo es mi hermana".

R2D2 (can, ovejero alemán, 13 años), logró decir: "¡Arf!¡Arfff! (Siento desaprobación ante mi plato vacío)".

6.11.08

Al parecer Carlota no había entendido los modos de Juancho. Él le había pedido que le pase la matera entera, de manera casi cruel. Y ella sonriendo le pasó la azucarera. Juancho largó una risa corta, un sonido que pretendía ser queja pero se quedó a mitad de camino. Carlota no había entendido tampoco por qué Juancho no le ponía azúcar al mate, si le había pedido la azucarera. Juancho se impacientaba con la mirada de Carlota, entonces con la mirada trató de decirle que no, te equivocaste, ¿no ves? Con esa mirada de Juancho Carlota pensó que ella estaba despeinada, y se corrió un poco el rulo grande que se le caía en la frente hacia el costado, mientras buscó con su mirada la aprobación de Juancho. Juancho se estiró bastante y logró agarrar la matera, sin dejar de mirar a Carlota, para ver si se daba cuenta de lo que, desde el pricipio de todas las cosas, necesitaba: ponerle la yerba primero al mate. Con Juancho ahí arriba, estirado, con sólo un pie en el suelo, recargado casi de lleno sobre la mesa, Carlota se acaloró. Pero seguía sin entender los modos de Juancho, ni sus intenciones, ni que la yerba va antes que el azúcar, ni que Juancho la quería también.
Novela corta y trunca:

Capítulo I

Tanteó con los pies para ver dónde estaban las pantuflas. Con su paso cansino llegó al baño. Lo primero al mirar el espejo, fue tocarse con la mano no menos áspera, la barbilla.
-Otra vez me tengo que afeitar- pensó Delfor.
Habiéndose ya afeitado, bañado, y tomado unos mates con radio, salió de su pieza. Se cruzó con Nilda que, para variar, estaba mirando como a la nada. Pero Delfor sabía que hasta hace un segundo atrás seguramente lo había estado mirando a él. No le gustaba para nada esa mujer. Le daba escalofríos su presencia. Sobre todo desde que a ella se le había muerto la hermana con la que vivía.
Pronto, en la vereda se tuvo que ocupar de pensar si no se había olvidado las llaves del local arriba. Pero a pesar del sueño, las tenía efectivamente en el bolsillo de atrás del pantalón.
Hizo las doce cuadras hasta la bicicletería tratando de meter la nariz dentro de la bufanda, lo que le propició un dolor de cuello terrible, del que no se dio cuenta hasta que llegó a la puerta. Y ahí sentadita Florencia que, como de costumbre, lo estaba esperando desde hacía quince minutos. Entonces el sermón tan gracioso de todos los días. La piba gritoneándole a él. Entraron, subieron la persiana verde, y prendieron los tubos fluorescentes porque "el cielo dejaba mucho que desear".
-Florencia, acordate que hoy viene un pedido, ¿eh?.
-¿No te dije que llamó ayer para decir que no venía, el tarado ese?
-Sí, querida, pero yo llamé después para cagarlo a pedos. Así que sí, viene.
-Buá...- mordisqueó Florencia.


Capítulo II

- ¿Qué trajiste de comer?- preguntó Flor.
- ¿Vos? – desvió Delfor.
- Un pedazo de pan de carne y unas lentejas. ¿Vos?
- Me voy a comprar un sánguche de milanesa. Los de acá a la vuelta...
Flor se quedó sola, y a los dos minutos llegó el pedido que no quería recibir. Sandro entró muy despacio y, como de costumbre, se quedó parado y silencioso, al lado de la puerta, hasta que alguien se percatara de su presencia. Sin levantar la cabeza ella le dijo:
- Ya te vi, ¿eh?.
-Ah. Hola. Vine por lo de los... - y señaló el paquete envuelto en papel madera. También intentó esbozarle una sonrisa a Florencia. Pero era inútil. Ni se iba a dar cuenta.
- Permiso...
- ¿No te dije que pases?
- Ah. No te escuché... Perdoná la hora, veo que estás comiendo...
Florencia tragaba la comida y escuchaba. Ponía todo su esfuerzo en no prestarle atención. No fuera a ser que éste se pensara que ella se dejaba toquetear así nomás, por cualquier pelandrún. En cambio Sandro era tan torpe, que su enamoramiento se hacía alevoso.
Flor es constante en su forma de vestir; jeans, camiseta de mangas largas, y se pone siempre las mismas zapatillas. En la muñeca lleva una pulserita de cuero trenzado que le regaló su tía, cuando tenía ocho años. Pero nada demasiado colorido.
El atuendo de Sandro consta de: jogging, remera de algún grupo de rock, y zapatillas. Tiene el pelo castaño oscuro y muy largo, lo cual afina bastante los rasgos.
- Si querés avisame cuando termines, yo puedo esperar en la puerta.
- No, dale. Reviso todo ahora así ya te vas.


Capítulo III

- Bueno, listo. Está todo. ¿Trajiste factura?
- Sí, claro. Siempre me acuerdo de vos...
- Eeeeh, ... ya está ¿no? - dijo Flor, como echándolo.
- Sí, ... sí, ya está. Pero, -se apuró Sandro- yo te quería decir algo...
- ¿Qué?
- El sábado es el cumpleaños de Víctor, y yo sabía que vos sos amiga de la hermana... ¿vas a ir?
- Víctor será tu amigo, no el mío. Vos ya lo dijiste; la hermana es mi amiga. Así que no tengo por qué ir.
- Ah...
- Además tengo cosas que hacer, el sábado.
- Pero es a la noche -insistió-.
Entró Delfor con el último bocado de sándwich en la mano. Se hizo un poco el distraído cuando vio a lxs chicxs conversando.
- ¡Delfor! Cómo tardó. Ya lo iba a mandar a buscar.
- Hola Sandrito. ¿Viniste a visitarnos un rato?
- No. Vino a traer el pedido. Pero yo ya revisé todo. Está todo.
- Aguantá que lo llamo al Rodo, y nos trae unos cafés -propuso Delfor, que ya andaba sospechando del enamoramiento de Sandro desde hacía tiempo.
- Hay mucho para hacer, quedaron las dos de Doña Estelita, y hoy trajo la basura esa el de la pizzería -cortó Flor-.
- Pero, che, a esas dos petisas seguro hay que cambiarles los gomines por el desuso. Es una pavada. Y a la basura esa, ya la conozco como la palma de mi mano. Así que tanto apuro no hay. Sandrito, quedáte a tomar unos cafés.
- Gracias. Igual tengo un mandado en Capital. Y ya no quiero molestar.
Cuando Sandro se fue, Delfor la miró a Flor y le dijo:
- Mirá que sos parca, eh. El pibe tiene buena onda.
Ella no le devolvió. Se puso rápidamente a lijar unas cámaras.

...

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Año 2006.